Hasta hace cinco meses, para Nieves Morales de Mora, una abuela que reside en el municipio de Arbeláez (Cundinamarca), no era problema pararse en una cancha de baloncesto y jugarse, como afirma su familia, un partidito con tres de sus siete hijos, sus 23 nietos, sus 18 bisnietos y sus dos tataranietos.
A pesar de sus 107 años, de sus arrugas, de su esquelético cuerpo lleno de marcas ocasionadas por el sol, y de que no puede moverse en su totalidad debido a un golpe que le afectó la cabeza hace un par de años, la abuela Nieves, como le dicen cariñosamente en el municipio, aún se conserva como un roble.
"A ella siempre le ha gustado estar activa. Salía con las niñas a jugar en la cancha del pueblo, se sentaba hasta altas horas de la noche a mirar televisión y pedía que la dejaran hacer sus cosas sola. De no ser por el accidente que tuvo que afectó su cabeza, estaría todavía contando el cuento de su vida", dijo Ana Isabel Mora, hija menor de la mamá más vieja de cundinamarca.
Sus dos confidentes en estas hazañas eran sus dos nietas Aída Janeth y Ana Villamil, quienes siempre le han alcahueteado las travesuras, por eso la abuela siempre las ha considerado, más que sus nietas, sus mejores amigas.
"Nos contaba cosas de su vida amorosa tales como la manera de ahuyentar a los pretendientes que no quería o cómo le demostraba a la suegra el poco afecto que le tenía", contó Aída Janeth.
En una de esas aventuras terminó golpeando a su pretendiente porque no le gustó algo que le dijo en momentos en que le enseñaba a leer y a escribir. Y aunque ni siquiera aprendió a deletrear su nombre, esta incapacidad tampoco le hizo falta porque la reemplazó con su habilidad para las matemáticas, con la que aún sigue sorprendiendo a su familia."Cada vez que estamos haciendo un cálculo ella contesta de inmediato el resultado sin darnos tiempo de hacer la operación", expresó Mariluz Villamil, nieta mayor de Nieves.
Algunos creen que lo logra por la experiencia que tuvo en su juventud cuando trabajaba en el campo y vendía las verduras en el pueblo. Otros creen que es un don especial. Lo cierto es que los cálculos son exactos, así se trate de una suma, una resta, una multiplicación o una división. "Cuando era joven ella tenía que bajar todos los días hasta el pueblo a vender las cosas en la plaza, por eso es que aprendió a hacer cálculos muy rápido", explicó su hija.
Su actividad se le acabó el día del accidente cuando se desplazaba del cuarto al baño. Una caída le produjo un derrame interno por lo que tuvo que ser operada con la advertencia de guardar el máximo reposo. "Perdió muchas capacidades, y poco a poco ha ido perdiendo la movilidad de su cuerpo, sin embargo, su recuperación ha causado sorpresa entre los médicos", contó Hoover Villamil, uno de los 23 nietos de Nieves.
Por ahora Nieves permanece en cama protegida, según dice, por el Espíritu Santo que cuelga de su armario y por su familia que para ella son sus 43 ángeles de la guarda de los cuales espera la fuerza para volver a levantarse, ponerse su sudadera y salir de nuevo a jugar otro partido de baloncesto.
Entre la guatila y el pescado.
Nieves Morales de Mora, nació en Tibaná (Boyacá), un primero de diciembre de 1887, pero sus padres la trasladaron a Arbeláez cuando cumplió el primer año de vida. La niñez la pasó entre fincas y arboledas, en donde la costumbre de desyerbar le encalló las manos y la de recoger café le auguró uno de los hábitos que ha conservado desde que era una adolescente: tomar tinto con limón.
Muy joven conoció a Abel Mora y con él tuvo siete hijos que desencadenaron la descendencia de 28 nietos, 18 bisnietos y dos tataranietos. Cuatro de sus hijos han muerto, uno de los cuales era su preferido. De él sólo recuerda que le decían Chepe y quien murió ahogado cuando intentaba cruzar el río Sumapaz, en una operación con la Décima Tercera Brigada.
Durante toda su vida, el limón, el pescado y la guatila (más conocida como papa de pobre ) han hecho parte de su dieta, alimentos que para algunos son la causa de su longevidad y resistencia física, y que le han permitido disfrutar a plenitud de la vida y una descendencia que pocos llegarían a conocer.
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BARRANCABERMEJA CUENTA - VOCES DE UN MUNICIPIO
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miércoles, 8 de septiembre de 2010
ALERTA POR EXTINCIÓN DE LA FLOR NACIONAL
Así como el nombre de José Jerónimo Triana, uno de los botánicos más importantes del país en el siglo XIX, desapareció casi totalmente del recuerdo de los colombianos, la flor bautizada en su honor, la Cattleya trianae, escogida como flor nacional desde 1934, también tiende a convertirse en un recuerdo. Su extinción es casi un hecho.
Hoy encontrar un ejemplar de esta orquídea en bosques o selvas del país es poco menos que imposible. La mayoría está en manos de coleccionistas y en cultivos in vitro con los que se intenta salvarla. Esto, a pesar de que la flor de mayo, como también se la conoce, crecía silvestre y en gran abundancia hasta hace unos 30 años.
La extinción de la flor nacional se debe, principalmente, a los cambios en el uso de los suelos. La franjas donde se podían encontrar fueron urbanizadas y eso ha hecho que se fragmenten, o sea que ahora no se extienden en grandes espacios sino que nacen en lugares aislados, donde son más vulnerables a la extinción , explica Andrea Olaya, de la Red Nacional de Jardines Botánicos.
Otro factor destructivo es la irracionalidad de su explotación. Comerciantes y coleccionistas las buscan como si fueran piezas de oro por su elevado valor. Hace un año, por ejemplo, se llegó a pagar el equivalente a 150 millones de pesos por una flor exhibida en la Feria de Orquídeas de Japón.
Una de las instituciones que lidera la recuperación de la especie es el Jardín Botánico de Bogotá, donde se mantiene una producción in vitro de estas orquídeas.
Lo más difícil es encontrarlas. Una vez son detectadas, se buscan ejemplares o semillas con las condiciones necesarias para lograr su reproducción en el laboratorio , indica el biólogo Gustavo Morales.
Después, el reto es copiar las condiciones naturales que requiere la planta a medida que va creciendo. Deben pasar por diferentes frascos y materas, hasta que pueden ser llevadas al campo.
El Jardín Botánico ya tiene material suficiente para generar miles de las emblemáticas catleyas. Sin embargo, la idea es mantenerlas en hábitats seminaturales -como los predios de la institución-, donde su conservación puede ser garantizada. Eso, sin embargo, implica, que en muy pocos años la flor nacional será un ejemplar imposible de encontrar en bosques y selvas.
Lo importante es que ya hay ejemplares en manos de coleccionistas de todo el mundo. Eso da una garantía de permanencia , opina Morales.
FICHA TECNICA.
Las catleyas, cuyo nombre proviene del botánico inglés W. Cattley (muerto en 1832), constituyen un género de plantas de la familia de las orquidiáceas, propio del trópico americano y al que pertenece la Cattleya trianae.
Esta última, originaria de Colombia y cuya variedad abarca 15 colores, es una de las más de 3.000 especies de orquídeas que se encuentran en el país y que representan alrededor del 10 por ciento de las descubiertas en todo el mundo (35.000).
Según Rodrigo Pacheco, responsable del Departamento de Investigación del Jardín Botánico de la capital del país, solo en la sabana de Bogotá existen unas 220 especies de orquídeas nativas y otras 50 más sin clasificar.
Hoy encontrar un ejemplar de esta orquídea en bosques o selvas del país es poco menos que imposible. La mayoría está en manos de coleccionistas y en cultivos in vitro con los que se intenta salvarla. Esto, a pesar de que la flor de mayo, como también se la conoce, crecía silvestre y en gran abundancia hasta hace unos 30 años.
La extinción de la flor nacional se debe, principalmente, a los cambios en el uso de los suelos. La franjas donde se podían encontrar fueron urbanizadas y eso ha hecho que se fragmenten, o sea que ahora no se extienden en grandes espacios sino que nacen en lugares aislados, donde son más vulnerables a la extinción , explica Andrea Olaya, de la Red Nacional de Jardines Botánicos.
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La Cattleya trianae, escogida como flor nacional desde 1834. |
Una de las instituciones que lidera la recuperación de la especie es el Jardín Botánico de Bogotá, donde se mantiene una producción in vitro de estas orquídeas.
Lo más difícil es encontrarlas. Una vez son detectadas, se buscan ejemplares o semillas con las condiciones necesarias para lograr su reproducción en el laboratorio , indica el biólogo Gustavo Morales.
Después, el reto es copiar las condiciones naturales que requiere la planta a medida que va creciendo. Deben pasar por diferentes frascos y materas, hasta que pueden ser llevadas al campo.
El Jardín Botánico ya tiene material suficiente para generar miles de las emblemáticas catleyas. Sin embargo, la idea es mantenerlas en hábitats seminaturales -como los predios de la institución-, donde su conservación puede ser garantizada. Eso, sin embargo, implica, que en muy pocos años la flor nacional será un ejemplar imposible de encontrar en bosques y selvas.
Lo importante es que ya hay ejemplares en manos de coleccionistas de todo el mundo. Eso da una garantía de permanencia , opina Morales.
FICHA TECNICA.
Las catleyas, cuyo nombre proviene del botánico inglés W. Cattley (muerto en 1832), constituyen un género de plantas de la familia de las orquidiáceas, propio del trópico americano y al que pertenece la Cattleya trianae.
Esta última, originaria de Colombia y cuya variedad abarca 15 colores, es una de las más de 3.000 especies de orquídeas que se encuentran en el país y que representan alrededor del 10 por ciento de las descubiertas en todo el mundo (35.000).
Según Rodrigo Pacheco, responsable del Departamento de Investigación del Jardín Botánico de la capital del país, solo en la sabana de Bogotá existen unas 220 especies de orquídeas nativas y otras 50 más sin clasificar.
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